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Foto del escritorPaula Moreno

Sombras nada más

Debo confesar que las sombras tienen un imán para mí. Cuando empecé a estudiar narración, mi maestra me enseñó a fabricarlas. ¿Qué interesante no?


Fabricar las propias sombras.


Recuerdo que busqué los monstruos más simpáticos, también los más temerosos, los que movían partes de sus cuerpos, los que hacían asquerosidades y hasta los que me daban ternura y risa.


Fabricarlos implicó no sólo elegir los personajes sino dibujarlos, elegir el papel sobre el cual iba a plasmarlos y el papel de calcar que haría de escenario a los mismos.


El tener en mi mano esas sombras, contornear sus límites, aquellas partes de sus cuerpos que todos podríamos temer, como sus colmillos, una joroba en la espalda, unas garras puntiagudas, una boca gigante, hizo que me sintiera más cerca de ellos.


En ese proceso creativo tuve un insight: estaba creando una manera de acercarme a algo terrorífico de manera amable, graciosa y creativa.


Tuve también la sensación de dominio al poder manejarlos. Cuando encendí la linterna para apuntarlos, iluminarlos y darles vida, los monstruos comenzaron a moverse al ritmo de la luz. Se agrandaban, bailaban, se mecían, se achicaban, solo bajo el control de la luz que empuñaba mi mano.


Si a esto se le agrega la posibilidad de narrar una historia, la escena es magnífica.



Por este motivo es que, en mi consultorio, se pueden encontrar sombras de todo tipo.

Sombras de uno mismo, atadas a los pies de uno o desatadas, al mejor estilo Peter Pan. Teatros de sombras con diferentes personajes, sombras que necesitan luz de linterna y sombras que necesitan luz de vela (con los cuidados necesarios)


Algunas requieren una pared de sostén, una sábana blanca con cierta movilidad y soltura o bien un techo: acostarnos sobre el piso, dejarnos sostener por él y luego buscar las sombras arriba.


¿Cómo ofrezco una sombra?


Jung nos presenta a las sombras como un arquetipo. Nos enseña que pueden identificarse con ciertos rasgos y actitudes que el yo consciente no conoce como propios. También nos muestra en sus escritos que las sombras buscan expresarse de algún modo.


Jung también habla de la sombra ligada a lo creativo y a lo vital.


Por eso, jugar con las sombras tiene un sentido profundo de abordaje. Si nuestro mayor objetivo en un tratamiento psicológico se relaciona con la integración, ¿cómo no hacer uso de las sombras?


Estoy convencida, que para adultos como para infancias, el hecho de encontrar estas sombras en nuestro mundo interior puede ser complejo.


Llevar adelante un proceso de amigarse con esos aspectos que nos generan incomodidad, contemplarlos para decidir cómo integrarlos, es más fácil con un teatro de sombras en la mano.


La manera de acercarse a una sombra puede ser variada. Podemos empezar por la sombra para luego llegar a algún aspecto más mental o al revés.


La sombra permite ser iluminada en distintas partes y esta exploración suele ser muy poderosa.


Viñeta clínica


Una niña manifiesta estar temerosa de su propio pensamiento. Muchas veces este pensamiento tomaba la forma de palabras negativas e hirientes hacia otros y hacia ella misma. Cuando hizo su sombra, se detuvo especialmente en la cabeza del personaje que estaba fabricando. Le hizo un casco como los de los guerreros, y al proyectar su sombra en la pared, solía iluminar otras partes del cuerpo del personaje, menos su cabeza. 


Esta secuencia nos dio paso a jugar con ir iluminando muy de a poco algunas partes del casco de la sombra. Fue tan cautelosa la proyección de esta sombra y lo que significaba iluminar esa cabeza llena de pensamientos, que se hizo soportable. En esta narrativa, la niña eligió varias sombras de apoyo: tomó un títere que es una luciérnaga y la proyectó junto a su sombra. Esto le dio sensación de seguridad para luego, explorar sus pensamientos.



Algunas veces el trabajo con la sombra nos enfrenta con aquello que no está muy definido, con la incertidumbre. Este concepto puede ser muy abstracto, tanto para los niños/as como para los adultos.


Jugar con aquello que proyectamos en una tela blanca y no logra distinguirse con claridad, jugar a imaginar los bordes, leer lo que le sucede al cuerpo cuando aparece esa sombra poco clara, suele ser un campo fértil de exploración.


“La inquietud es un sentimiento con artes de camuflaje. Escondida detrás del desasosiego nos hace movernos. Con sus buenas intenciones de avisarnos de un peligro logra nublarnos la mirada, hacernos perder el brillo del color naranja, nos dilata el perfume del jazmín. Algunos seres sintientes dicen haberla experimentado en los bordes de la penumbra, en los misterios de una sombra, o en los días lluviosos cuando la memoria abre compuertas y deja destilar recuerdos arrumbados, pesados, oxidados por la melancolía. 

            

Otros seres estudiosos afirman que aparece cuando el hombre contempla. Y si uno contempla, ya nunca más es indiferente. En ese acto sigiloso, manso, el hombre puede notar el sufrimiento, la violencia, el desamor, la soledad de los huérfanos. Es ahí donde la inquietud brilla para hacerse notar. Entonces el escudo de la contemplación ofrece una posibilidad. Se convierte en la pluma del poeta.Abandonarse al reflejo de las gotas del rocío, deambular sobre la luna, caminarla como si pisara tierra firme, oler profundo y pausado una magnolia, deslizar con las yemas de mis dedos el amor en tu piel. Así es que se consigue un poco de paz para luego preguntarle a las palabras si encuentran el sentido, si son capaces de formular una pregunta que flote en el mundo y vuelva con aroma a vainilla, con sonido a imperfección. Si el poeta viaja con ligereza a su centro y retorna al afuera, tal vez pueda volar con la mariposa, respirar con las estrellas, escribir un poema”


Paula Moreno



Algunos niños/as pueden asociar este juego con experiencias positivas, de recuerdos agradables si algún cuidador jugó con ellos a hacer sombras con las manos y contar historias. Si esto aparece al ofrecer el juego de sombras, podemos fortalecer este recurso, reproducirlo en sesión, amplificarlo.


Si estuviéramos trabajando con un niño/a que ha tenido experiencias de trauma relacional, podríamos ofrecer el juego de sombras como una manera de crear las conexiones neuronales positivas que no estuvieron: la exploración guiada y amorosa de lo temido, el juego compartido, la curiosidad que despliegan las sombras, el modelar la alegría como parte del proceso, etc.


Como explicaba al principio de este escrito, el lugar donde decidimos explorar las sombras, también es importante. No es lo mismo proyectarlas en la pared, que en el techo o en una tela. 


La intensidad de la luz tiene una función en este proceso.


La guía del terapeuta en este proceso es fundamental. No estamos haciendo un juego de arte porque sí, sino una exploración profunda de aquello que podemos iluminar, de lo que está oculto para esa persona, de lo que me animo o no mover, de la oscuridad completa, de la integración de la luz a la oscuridad y viceversa.


Viñeta clínica


Una adolescente que sentía un gran agujero negro en su mente, ya que había sufrido una amnesia disociativa (pérdida de gran parte de su memoria), quiso recrear el juego de las sombras que jugaba de pequeña con su madre adoptiva. Para ello, eligieron acostarse en el piso, una al lado de la otra (como cuando miraban las estrellas en su casa de pequeña). En esa experiencia de conexión profunda, recordaron momentos de la infancia mezclados con los miedos y sus primeros pasos en el proceso de adopción. Las sombras fueron testigos vivientes de esa manera de hilar trama entre ellas. 


Soy una gran buscadora de tesoros, por eso encuentro en muchos libros, sombras. A veces encuentro sombras que han sido dibujadas como tales, pero no son las que más me gusta descubrir. Busco esas sombras sutiles, los grises que parecen sombras, los negros absolutos desde donde surgen sombras, o los blancos que dejan espacio a lo más oscuro.



Trabajar desde los libros con las sombras tiene grandes beneficios. Nos invita a narrar pegadito al cuento o al título del libro. También podemos animarnos a narrar algo totalmente diferente. Nos permite hacer narrativas “estrafalarias”: ya que sólo son sombras y todo está permitido.


Esos espacios entre sombras de los cuentos dan lugar a una imaginación exponencial. Mirar y observar esas páginas “ensombradas”, se convierte en la antesala de observar y mirar hacia adentro de uno.


Cada vez que comparto con un paciente esta exploración, voy guiando ese recorrido con preguntas abiertas, que funcionen de guía, de sostén. 


Suele ser interesante ofrecer varios cuentos de sombras y dejarnos elegir por un I Ching. Jugar al oráculo puede ser una posibilidad. ¡Un oráculo de sombras!


Por último, creo que volver a la sombra puede ser algo sencillo. Nuestra sombra está siempre allí con nosotros. Se mueve a nuestro compás, juega con nosotros, corre detrás nuestro o de costado, nos imita, nos muestra nuestro contorno, hasta nos divierte.


Por eso, volver a ella no siempre es doloroso, y puede ser a su vez un recurso amable para reencontrarnos con nuestras fortalezas. 


¿Alguna vez pensaron en qué sombra quisieran tener?

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