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Foto del escritorPaula Moreno

La elección del arte en mi vida profesional. Una manera de estar que tiene mi alma

¿Alguna vez se preguntaron cuál es el impacto para el terapeuta trabajar desde las artes expresivas?


Esa tarde de consultorio me encontró con una agenda llena. Sabía que mi último paciente era un niño. Eso me hizo sonreír. El cuerpo se alivió un poco.


 Cuando Tomi entró a sesión, los dos sabíamos que teníamos un desafío por delante. Tomi me había propuesto escribir un cuento juntos. 


Sobre el piso estaban desparramados lápices, crayones, hojas de colores, telas, botones, puntillas, cintas, tijera, cola de pegar.


Tomi quería contar la historia de su vida. Le habían diagnosticado hacía seis meses diabetes tipo 1. Quería también, transmitir un mensaje para los niños y niñas que estuviesen atravesando el mismo problema que él.


Ese día oficié de ayudante de arte. Tomi me dijo que había cambiado de idea. Quería hacerlo sólo pero que yo podía ser su asistente. 


Comenzó entonces un vaivén silencioso de palabras. Los sonidos que nos perfumaron fueron los de la tijera cortando el papel, la rasgadura de una tela, los botones que se chocaban, algún suspiro de ambos.


_ ¿Me ayudás Paula a coser el lomo? Quiero que sea como un libro

_ Sí Tomi, vamos a compaginar las páginas y a coserlas. 

_ ¿Te lo puedo leer? Me dijo Tomi en una voz muy suave.


Tomi comenzó a tocar el libro con sus manos como si le pidiera palabras. No había frases ni letras en las hojas, sólo imágenes hechas con telas y recortes de revistas.


El cuento se desenvolvió abarcando el pasado de Tomi, desde que descubren su enfermedad, sus miedos, su ira, su desesperanza, su sostén hasta su alegría de hoy.

Cuando terminó de leer, me miró y me dijo:


_ Ya está Paula. Ahora estoy bien.


Mientras escribo este pequeño relato de ese día, siento que no encuentro las palabras para vestir ese momento sagrado. 


Esta historia y centenares de otras intervenciones desde el arte en terapia, me llevaron a preguntarme:


¿Cuál es el impacto del arte para el terapeuta que trabaja con arteterapia?


Hay mucho escrito sobre las terapias de artes expresivas y sus beneficios en el trabajo con la salud de los pacientes.


Sin embargo, hoy quiero reflexionar sobre los beneficios que otorga al terapeuta y cómo desde allí la intervención es distinta.


Solo por una cuestión de organización, voy a separar estos conceptos. Sabiendo que hacen a un todo que no tiene principio ni fin. Es algo así como un universo paralelo que nos envuelve y nos invita a la expansión.


  1. Profunda conexión

Es imposible ofrecer el arte como puente en una sesión, sin ser parte de ese arte. Esto no significa que nosotros tengamos que “meter mano” en la creación del paciente. Sino que estamos allí, disfrutando y guiando el proceso. Acercando los materiales adecuados, siendo sostén de la exploración.


Contemplar cómo a través de una creación, se genera un lazo profundo con otro, es una experiencia que me da sentido.


Logro ver que hay algo más grande que nos integra.


Una mañana fría de junio, fui invitada a narrar uno de mis cuentos (No todo lo que pincha es pinchudo. Soy co- autora de este cuento junto a Luciana Rossi) a un grupo de madres con sus hijos. Estas madres están en recuperación por su adicción al paco (pasta base de cocaína).


Cuando llegamos al barrio, la directora del proyecto, Lic. Lourdes Molina, me presenta a cada mamá y a sus hijos. Estos corrían y jugaban por el patio del predio. Los chicos estaban muy entusiasmados con los títeres que iban a narrar el cuento y el kamishibai que ofrecía las imágenes. 


Ni bien comienzo con la narración, un pequeño corre hacia donde yo estaba y quiere agarrar el títere. Se trepa, grita, la mamá quiere controlarlo, él se enoja más. 


Le hago una seña a la mamá para que lo deje y le ofrezco al niño sentarse a mi lado. El insiste en agarrar el títere.


Me detengo un rato a observar su manito. Era muy pequeña. Le pregunto si quiere narrar conmigo. Sus ojos brillaron. Le hago espacio en el agujero donde mi mano sostenía al títere. El pequeño mete su manita en el mismo agujero y se acuna en la mía. Desde ahí, el cuento fue narrado por los dos, nadando al compás del protagonista del cuento. Bueno, debería decir que el protagonista fue ese muchachito. Que en calma absoluta llevó adelante la mejor obra de teatro.


Sólo conectada con el amor por los cuentos, los títeres y la paz que me genera experimentarlos, es que mi disposición interna se amplía para recibir la vida de otros, como la de ese niño, esa mañana.


2. Calma


Puedo encontrar en mi trabajo clínico, la experiencia de que, no a todas las personas, el arte las calma. Ya sea porque están transitando las consecuencias postraumáticas de algún o varios eventos difíciles en su vida, ya sea porque nadie les ofreció esa posibilidad de contactar con el arte o porque piensan que el arte es para algunos elegidos.


Como en este escrito la intención es notar lo que sucede en mi ser terapeuta con el arte, es que ofrezco una alternativa a esta realidad que acabo de describir.


El arte para mí está florecido de imaginación, de entusiasmo, de colores, de novedad. Cuando trabajo desde el arte o cuando lo experimento en mi vida cotidiana, aparece en mí, una sensación física de suavidad. Algo parecido a la paz o a la calma. 


La mente se torna clara, despejada. 


Sabemos que nosotros como terapeutas somos reguladores de nuestros pacientes. La posibilidad de ofrecer esa regulación desde ese estado de calma se convierte en una fuente de recurso inmejorable.


A su vez, poder acompañar a otro en su dolor desde un estado de calma en el corazón, genera una protección para mí frente al riesgo del burn out.


Un terapeuta regulado, sereno, se convierte en un lugar seguro.


3. Amplitud de mirada


Una tarde en mi taller de arte, estaba trabajando con tinta china y hojas secas. Los colores que había elegido eran los grises y amarronados. En un momento veo que sobre la mesa de trabajo hay una tinta china roja. Un impulso irracional me llevó a incluirla en mi dibujo. Unas manchas rojas se fueron expandiendo gracias al agua que rocié en ellas, dándole el toque final a mi creación.


Mi maestra de arte me dice:


_ Paula, fíjate cómo crear alguna conexión dentro de tu obra.


Miré mi dibujo un rato largo. Un bloqueo en mi mente no me permitía seguir. Solo veía manchas y el rojo que resaltaba entre los grises y marrones. Tenía la mente nublada. No podía salir del “no veo nada para conectar acá”.


_ Tal vez tengas que alejarte un poco, me dijo ella.


Me paré, y observé. Ese mínimo cambio de mi posición fue suficiente para que una catarata de ideas aparecieran.


Giré alrededor de mi dibujo, y pude ver formas claras que se unían mágicamente. Esas formas acompasaban mi mundo interior y el momento de vida que estaba atravesando.

La conexión ya estaba surgiendo, primero entre la obra y mi mundo interno y luego el movimiento volvió hacia el exterior. Desde allí, notando lo que me sucedía, seguí pintando.


Cuando pienso en la belleza de esta oportunidad, de la amplitud y lo que genera en mí, cobra sentido el ofrecimiento hacia otros.


Ampliar mi mirada es ampliar mi conciencia. Y con una conciencia más espaciosa, mi disposición como terapeuta es más vasta.


4. Fortaleza interna


Cuando escribo un poema, un relato, invento un títere o bordo una imagen, percibo un sentimiento de autoeficacia. Veo que hay un nuevo significado por explorar. Pero, por sobre todo, siento una gran energía vital.


Esta experiencia muestra que mi cuerpo está activado, moviéndose en una dirección saludable. Encuentro un ritmo interno. Es para mí una experiencia encarnada.


El expresarme a través del arte me permite llegar a lo que hay detrás de la palabra. Esta cualidad de una comunicación sensorial, no verbal, es liviana. 


Cuando acompaño a una persona a visitar su dolor, esta fortaleza interna, me sostiene para a su vez sostener. Aparece un sentimiento de empoderamiento que transpira. Se contagia.

Este sentimiento de dominio se aúna con el disfrute de la vida. 


Cuando entro a una librería artística, o descubro un nuevo material para incorporar en mi consultorio, el corazón late fuerte en el pecho, el cuerpo se estremece, la cara se me ilumina (o por lo menos así la siento).


Gran parte de mis procesos creativos están ligados a la espontaneidad y a la flexibilidad.  El corazón de ellos es la imaginación, la magia.


La práctica del arte en mi vida, lleva a que pueda descansar en esta fortaleza para ofrecer a otros la exploración de la propia.


Caren era una niña de unos 9 años cuando fue recibida en el Programa donde yo trabajaba. La niña había sufrido severos malos tratos en su familia de origen. En aquel momento se encontraba viviendo en un Hogar de tránsito. 


Caren había dejado de hablar hace dos años. Desde que había ingresado al Hogar. 

Cuando la recibo, me encuentro con una niña que solamente no podía emitir palabras, sin embargo, su mirada era la que hablaba.


Caren y yo tardamos un tiempo en conocernos. Poco a poco fuimos entablando un código en común: hablaríamos a través de nuestros dibujos.


Nuestras sesiones transcurrían entre hojas y témperas. Hojas y acuarelas, Hojas y crayones.


Un día, Caren, debió ser internada producto de una crisis. No aceptaba que nadie la visitara en el hospital.


A pesar de saber esto, me dispuse a ir a verla. Cuando llego a su habitación, toco la puerta y deslizo por debajo de su puerta mi primer dibujo.


Al rato veo salir desde el mismo zócalo, un dibujo de Caren.


El dibujo era simple y claro. Me pedía que entrara. Así lo hice.


Pasamos unas cuantas horas dibujándonos.


Cuando me despido, fue la primera vez que escuché su voz: - Gracias Paula.


5. Alegría/Asombro


Es probable que la alegría que me despierta leer un cuento, experimentar con arcilla o bordar una foto, se conecte con el sentimiento de seguridad y la manera en que puedo darle sentido a lo que voy explorando en mi interior.


Esto mismo que es ofrecido a los pacientes cuando están atravesando sus dolores más profundos, es lo que puedo experimentar en mí misma. Me pregunto entonces si para ofrecer una intervención desde el arte, no sería necesario que los terapeutas pasen por esa experiencia en sus propias vidas.


Seguramente esta reflexión lleve a debate. Sin embargo, guarda una buena noticia:

Me gusta pensar y sentir, que el arte es una práctica meditativa en sí misma. En este sentido me atrevo a decir que no es lo mismo ofrecer esta práctica desde no haberla vivido que habiéndolo hecho.


Los procesos creativos son infinitos y tal vez muchas personas no saben que sus vidas están plagadas de procesos creativos. Solo hay que despertar frente a ellos.


Ser artistas no es nada más que tocar un instrumento, bailar o pintar. 


La invitación es a ampliar la conciencia hacia nuestros actos creativos de todos los días.


Al notar lo que genera en nosotros, afianzar esas sensaciones como también las emociones asociadas, generamos anclajes positivos en nuestras vidas. 


Si somos terapeutas, esta herramienta es poderosa porque genera en nosotros esta amplitud de resonancias. Esta será la base segura desde donde ofrecer el arte a otros.

Este círculo virtuoso no es más que la interconexión de la que somos parte. Somos beneficiados por el arte que compartimos con nuestros pacientes y beneficiamos al otro con nuestra alegría ampliada, con nuestra capacidad de asombro, con nuestra vitalidad que sostiene al dolor.


Cuando hablo de asombro frente a la propia creación, hablo de una mirada autocompasiva. Es un proceso de autovalidación de lo que aparece allí, delante de nuestros ojos, como producto de nuestras manos, de nuestro espíritu.


Nos hacemos amigos de nosotros mismos a través de nuestra obra. Una bondad amorosa desplegada en cada gesto de arte, en ese pequeño gesto de arte.


Somos testigos de nuestra propia transformación en esa obra creada. 


Concluyo con este deseo:


Que podamos encontrar nuestros actos creadores en cada detalle de nuestras vidas. Que podamos crear.

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